Comenzaremos por la primera Palabra:
Mat. 27: 46 "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?
Gracias mi Dios por tu Palabra, ella es vida, ella es luz en medio de las tinieblas, gracias. Bendice a cada lector, levanta al caído, sana al enfermo, salva las almas, en el nombre de Jesús, amén.
Cuando el Señor Jesús repetía una frase o palabra,
esto encerraba una gran preocupación,
quería expresar algo con mucha contundencia,
era algo especial lo que Él decía cuando repetía esa palabra o frase.
Por eso cuando leemos Dios mío, Dios mío,
Jesús estaba en ese momento acabado de ser crucificado y levantada la cruz junto con Él,
y dice la Biblia que clamaba a gran voz.
Osea que clamaba al Padre,
en voz muy alta,
en voz de angustia,
porque Jesús era 100% Dios y 100% hombre,
y en este momento ya el hablaba como hombre,
aún sabiendo la misión que tenía encomendada por el Padre para llevar nuestros pecados.
Había una tradición de que la persona que era crucificada se hacía maldito,
por lo cual Jesús tuvo que pasar por esa tradición
y se hizo maldito en ese momento por mis pecados y por tus pecados.
En ese preciso momento el cargaba nuestros pecados,
llevaba el peso de nuestras iniquidades sobre sus hombros,
sobre sus espaldas,
esa era una de las grandes misiones de su ministerio terrenal.
Dios en su plan con la humanidad,
sabía el momento que su Hijo amado estaba pasando en ese instante en que Jesús pronunciaba esta primera Palabra,
y era necesario que Él sintiera la parte humana,
pues como humano tenía que sentir esa necesidad de llevar el peso del pecado de la humanidad sobre sus espaldas,
y como humano entonces le dice al Padre: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Por eso el Salmista David en el Salmo 22: 1 llegó a clamar de igual forma
"Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?,
porque David se sentía perseguido y en ese momento llegó a sentir lo mismo que nuestro Señor en la cruz al momento de decir la primera Palabra,
debido a que David lo sintió como humano, porque David, a diferencia de nuestro Señor no era Dios, sino hombre,
por lo cual vemos como el Señor expresó esta primera Palabra en su parte humana.
Hoy tenemos un mundo cubierto por el pecado y la maldad,
un mundo en que los valores se han revertido,
donde predomina lo vulgar,
donde el hombre y la mujer con seriedad sobran en todos los ambientes.
Tenemos un tiempo histórico-profético como nunca antes,
indicativo de que Cristo viene pronto.
La escasez, los problemas, las sorpresas
nos consumen casi a diario,
la situación se hace cada vez más caótica,
la delincuencia y la criminalidad están en su climax
y obviamente las autoridades de los gobiernos no saben que hacer pues se les han ido de las manos.
Una vez visité Puerto Rico, dentro de las tantas veces que he visitado esa maravillosa y bendecida isla,
y en ese entonces, 1989,
la criminalidad, la violencia, los atracos y la delincuencia estaban casi fuera de control,
y pude ver en un programa de televisión a un comediante puertorriqueño, llamado Silverio, en su programa que hizo esta vez en Nueva York, "en serio con Silverio",
en ese programa él decía que en Puerto Rico al que no han asaltado tiene que ir al psiquiatra.
Y también decía que había un atraco cada 3 minutos según las estadísticas,
por eso cuando usted llega a Puerto Rico, decía el comediante,
usted ve a todos los puertorriqueños mirando el reloj cada tres minutos a ver si le toca el atraco en ese momento.
Esto es un reflejo de como estamos,
no hay seguridad en ninguna parte,
ni siquiera en su propia casa o propiedad,
la gente anda con una especie de ansiedad, de temor,
y no se confía prácticamente de nadie,
y a veces decimos lo mismo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?,
porque muchas veces nos sentimos desamparados,
pero en esta hora vengo a decirte que Jesús de Nazaret,
llevó todos nuestros pecados,
todas nuestras heridas,
todas nuestras iniquidades,
es tiempo de recibirle en tu corazón si aún no lo has recibido,
es tiempo de pedirle que aumente nuestras fuerzas,
nuestra fe,
que nos de la fortaleza espiritual
que nos santifique cada día más,
para poder perseverar en estos caminos gloriosos que nos conducirán a la vida eterna,
pues, el que persevere hasta el fin, ese será salvo.
Dios te bendiga, y Dios te guarde
Héctor Paula
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